Conferència al Parlament d'Israel
Knesset. Jerusalem, 28 d'octubre de 2007
Diversos lectors del Comentari anomenat “En la mort de Shimon Peres” ens han sol·licitat informació sobre la conferència pronunciada pel Sr. Jordi Pujol al Parlament d’Israel l’any 2007 i que ell mateix recorda en el mencionat Comentari.
Des de l’Associació Serviol hem cregut oportú publicar-la al nostre blog i posar-la a disposició de tothom.
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Discurso del MH Sr. Jordi Pujol en el acto solemne de entrega del Premio Samuel Toledano
Sede de la Knesset ( Parlamento Israelí)
Jerusalén, 28 de octubre de 2007
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DE SEPHARAD A ISRAEL: TRAYECTORIA PERSONAL DE UN NO JUDÍO
Excelentísima Señora Doña Dalia Itzik, Presidenta de la Knesset,
Excelentísimo Señor Don Isaac Navón, Quinto Presidente del Estado de Israel,
Excelentísimo Señor Don Eudaldo Miralpeix, Embajador de España en Israel,
Excelentísimos Señores Embajadores,
Ilustrísima Señora Doña Nira Toledano,
Señoras y Señores.
Estoy muy agradecido a la Comisión del Premio Samuel Toledano por la invitación a participar en este acto solemne. Solemne por la forma, solemne por el contenido, solemne por su significado y sobretodo solemne por su profundidad histórica y espiritual. Y al que el alto nivel moral que impregna la Comisión del Premio confiere una especial nobleza. Aparte de la satisfacción que me produce el hecho de que dos destacados miembros de la Comisión sean buenos amigos como el Presidente Navón y el Embajador Hadás.
Como el título de mi conferencia ya insinúa no voy a hacer un análisis político, ni voy a plantear un profundo debate, ni voy a hablar de estrategia. Mi aportación va a ser mucho más modesta. Y muy personal. Pero es quizás por este carácter muy personal que puede ser de interés. Las vivencias personales ayudan a veces a comprender los problemas generales.
El título es De Sepharad a Israel: trayectoria personal de un no judío. En realidad debería decir “de un cristiano”. De un cristiano y de más cosas, por supuesto: de un nacionalista catalán, de un demócrata, de un europeísta, de un adepto de la filosofía personalista de Mounier, etc,.Yo soy todo esto, y puesto que voy a dar un testimonio personal es bueno que Uds. sepan quien es la persona que les habla.
Esto es más conveniente todavía porque les voy a hablar con mucha sinceridad. Y voy a hacerlo a representantes de un pueblo que ha sido duramente e injustamente perseguido. Y que por consiguiente tiene heridas en el cuerpo. Sólo por el hecho de haber sido amigo declarado y militante de Israel y muy respetuoso con el judaísmo –y seguir siéndolo- me atrevo a hacerlo. Y a hacerlo muy sinceramente. Incluso en tono crítico en algún momento. Pensando que además puedo ser útil. Muy modestamente útil.
Procedo de una familia al principio más bien simpatizante con los judíos, pero no especialmente interesada. Sin embargo, hubo algo que incrementó, por reacción, la actitud pro judía, y fue que el Régimen franquista fue anti-judío. Lo fue sobretodo en la propaganda y en la doctrina. Creo que en la práctica lo fue mucho menos. Pero el discurso oficial estaba muy lleno de alusiones a lo que llamaban la “conspiración judeo-masónica” y de afirmaciones antisemitas. Y curiosamente mezclaba a menudo el judaísmo con el catalanismo. En momentos de gran exaltación franquista y de xenofobia españolista se nos acusaba a los catalanes de ser los judíos de España. Lo cual representaba una grave acusación.
Todo esto pasaba en los primeros 40. Luego se atemperó.
En mi caso personal se produjo además un hecho singular, que a Uds. les sorprenderá. De 1.939 a 1.945 yo fui alumno de la Deutsche Schule. A Uds. les sorprenderá, pero a mi también me sorprende, todavía hoy. Porque mi familia –sobretodo mi padre- eran de tradición republicana y democrática. Tíos míos fueron voluntarios a la guerra contra Franco (y contra la Legión Cóndor, por consiguiente) o fueron detenidos después de la guerra o tuvieron que esconderse). Y mi propio padre fue sometido a un proceso de depuración. Y mi padre era anglófilo y le recuerdo muy preocupado cuando en mayo-junio de 1.940 Francia se derrumbó. Y sin embargo llevó a su hijo, a mí, a la Deutsche Schule. Esto fue debido a que su simpatía por la democracia inglesa y francesa no había borrado su admiración por la Alemania de los grandes científicos, de los grandes músicos y de los grandes filósofos (muchos de ellos, por cierto, judíos), y quiso que su hijo se formase en esta cultura. Que compensó haciéndome recibir clases particulares de francés y de cultura francesa.
Puede resultarles sorprendente, pero lo cierto es que en la Deutsche Schule a los alumnos españoles no nos adoctrinaron. Únicamente en el último capítulo de libro de Historia se hablaba del “Dolch am Rücken”, el “puñal en la espalda”, es decir, de la teoría de la traición por la espalda que alguien había cometido al final de la guerra de 1.914-18. Un alguien que el nazismo identificó con los judíos. Pero sea por la influencia familiar, que no iba en esta dirección, o por el rechazo que a mí y a mi entorno producía la propaganda del Régimen franquista esto no tuvo ninguna influencia en mí.
Y poco después nos enteramos del horror de Auschwitz, Buchenwald, Matthausen, etc,. Del horror del Holocausto. El Mundo quedó estupefacto. Yo, debido al componente germánico que hay en mi formación, todavía no acierto a comprender que a pocos quilómetros de distancia pudieran convivir Weimar, la ciudad de la Aufklärung, de Goethe y de Schiller, y de la República de Weimar, y Buchenwald. Incomprensión que también fue la de Wiesenthal y muchos judíos alemanes. En su libro “Justicia no es venganza” Wiesenthal dice: “Nos equivocamos pensando que el pueblo de Schiller y de Goethe no se sometería a un Hitler y a un Himmler. Una mirada a nuestras bibliotecas llenas de clásicos alemanes reforzaba nuestra convicción de que Hitler no podía tener ningún futuro en Alemania”. Por cierto que Wiesenthal habla de otro error de los judíos, el de creer en su invulnerabilidad. Hemos sufrido tantas persecuciones y las hemos superado, también superaremos esta, pensaban. No sé si en esto jugaba la idea del pueblo escogido. Luego volveré a hablar de este tema de la invulnerabilidad.
Pero siguiendo el hilo de mi trayectoria personal debo decir que poco después entré en contacto con el judaísmo y sobretodo con el sionismo. Lo que en este sentido marca mi trayectoria es haber conocido a judíos, especialmente a la familia de Moisés David Tennenbaum. Un judío de Galizia que vino a Barcelona en los años 30. Probablemente entonces más temeroso del antisemitismo polaco que del nazi.
Y también entré en contacto con las nuevas corrientes de la Iglesia Católica que al cabo de 15 años condujeron al Concilio Vaticano II.
Hablemos del aspecto religioso.
De pequeño y de muy joven yo pertenecía a una familia tibiamente religiosa. Más tarde, personalmente tuve una vivencia más intensa que en buena parte conservo. En mi ambiente de niñez y mi primera juventud no había antisemitismo, aunque la tradición popular había mantenido algunos clichés anti-judíos generalmente vividos sin especial hostilidad. El mejor ejemplo de esto era la ceremonia del Viernes Santo, el día de la pasión y muerte de Jesucristo. La liturgia del día hacía referencia a los “perfidi judaei”, a los pérfidos judíos. Y era costumbre que al oír estas palabras todos los que llevaban los palmones del día de Pascua, casi todos los niños, golpeábamos el suelo con los palmones o hacíamos ruido con unos instrumentos que se llamaban “carracas”. Yo lo había hecho como todo el mundo, pero la verdad es que nadie pensaba en matar judíos. Era como una especie de diversión de los niños. No tenía malicia.
Pero el texto era “pérfidos judíos”. Una forma de calificar peyorativamente, de criticar duramente en términos morales a los judíos. Era un texto hostil, que provocaba hostilidad.
Dentro del movimiento de renovación de la Iglesia Católica cosas como ésta y muchas otras, se han eliminado. Definitivamente con el Concilio Vaticano II. Y la Iglesia se ha aproximado al judaísmo.
La raíz de todo esto hay que buscarla muy lejos, en los primeros tiempos del cristianismo. E incluso antes.
Para los cristianos los judíos habían matado a Jesucristo. Cosa que creo que no fue así por lo menos en un sentido: en la época de Jesucristo los judíos no tenían capacidad de imponer penas de muerte. Quien condenó a Jesús a muerte fue el gobernador romano. Pero en el fondo esto es un detalle, porque para los judíos –o para muchos judíos y por supuesto para el Sanedrín- Jesús era un falso profeta. Peor aún, un blasfemo que había que matar. De ahí que ya para los primeros cristianos, y para el propio San Pablo, los judíos fueran deicidas. Y por el contrario los cristianos no sólo eran seguidores de un falso profeta blasfemo, sino que representaban una ruptura con la idea de pueblo escogido. Es decir, creían que realmente Israel había sido el pueblo escogido, pero que ahora su misión se había cumplido, y que el mensaje mesiánico no podía pertenecer sólo al pueblo de Israel sino que había de extenderse por todo el mundo. “Ya no hay judíos ni gentiles” dijo San Pablo. Es decir, ya sólo hay hijos de Dios, y esto vale para toda la Humanidad. Por lo tanto la fractura entre cristianismo y judaísmo era muy seria. Profunda.
La idea básica de ser el pueblo escogido creo que ha representado un factor potentísimo para el pueblo de Israel. Para el judaísmo. Y realmente le ha dado un carácter único que no sólo le ha permitido sobrevivir sino destacar. Y le provoca una actitud en ciertos aspectos de distanciamiento. Todo ello, a menudo, produce, como contrapartida, una relación particular, más difícil con el resto de la gente. Esto ya se advierte simplemente leyendo la Biblia o en escritos grecorromanos anteriores al cristianismo. O, para quien prefiera una lectura más fácil, leyendo una espléndida novela de un escritor judío norteamericano, Howard Fast, sobre la guerra de los Macabeos que narra los primeros contactos de Roma con Israel. El título en castellano es Todos los hermanos fueron valientes.
Tener conciencia de pueblo escogido –escogido por Dios- y por consiguiente de pueblo único da mucha fuerza, pero tiene un precio. El resultado es una historia especialmente brillante, que además ha beneficiado a toda la Humanidad. Pero en ocasiones dolorosa: de marginación y a menudo de persecución.
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Pero como les decía yo no entré solo en contacto con el judaísmo. También, y en un cierto sentido sobretodo con el sionismo. Y no de una forma superficial. Con sólo 17-18 años leí “Der Judenstaat” de Herzl y un libro de Chaïm Weizmann, muy completo, que cuenta toda la lucha sionista, desde el congreso de 1.903 –el del rechazo de la propuesta de Uganda- hasta la constitución del Estado de Israel. Me los dio a leer David Tennenbaum. Y también leía regularmente algunas revistas sionistas editadas en Latinoamérica, sobretodo en Montevideo. Y por mi cuenta busqué bibliografía sobre el movimiento sionista desde sus orígenes, especialmente en Rusia y en la Europa Oriental. Y sobre las aliá. Y sobre el Bund. Incuso sobre las discusiones ideológicas entre los sionistas, el Bund y los judíos de signo marxista que acabarían siendo muy importantes para la Revolución en Rusia.
Aparte de otras consideraciones –sobretodo la reacción producida por el conocimiento del Holocausto- hay que tener presente para explicar mi gran interés por el sionismo que yo era y soy un nacionalista catalán. Es decir, yo me siento profundamente catalán, es decir, ciudadano de un país que durante los últimos tres-cuatro siglos ha sido sometido a una dura política de persecución ligüística y cultural y en general de desnacionalización. Por lo tanto comprendo y en principio me solidarizo con los pueblos que luchan por su libertad y su reconocimiento. Ya sea reclamando la creación de Estados nuevos, ya sea transformando Estados plurinacionales, como España, de manera que en ellos puedan convivir justamente diversos pueblos. Era lógico pues que el sionismo atrajese mi atención y mi simpatía.
El sionismo tenía además otra característica que me lo hacía interesante: no sólo se proponía la libertad nacional de los judíos, sino también construir un país. Los irlandeses o los checos también reclamaron su libertad nacional, pero el país lo tenían construido. Mejor o peor, pero básicamente construido. Los judíos sionistas, no. Y yo personalmente, como catalán, como catalanista, como nacionalista catalán, ya desde siempre había tenido este lema: construir Cataluña. Construirla espiritualmente, políticamente, económicamente, culturalmente y socialmente. En el caso del sionismo y del Estado de Israel esto adquirió su máxima intensidad porque había que construirlo incluso físicamente.
Años más tarde escribí un artículo clandestino titulado simplemente Israel. Y en él aparte de defender al Estado de Israel yo subrayaba que la creación del Estado había sido posible no principalmente por razones políticas, sociales o económicas, sino por una tremenda voluntad de ser, Por una actitud fundamentalmente espiritual: “Este año aquí y el año que viene en Eretz Israel”. Esto repetido durante siglos, contra toda esperanza y contra toda lógica. La creación del Estado de Israel fue y es el resultado de una fe profunda.
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Yo no era el único que veía así las cosas. En un momento de opresión dura contra Cataluña uno de los mensajes de resistencia y de esperanza que más contribuyeron a reforzar la esperanza del pueblo catalán fue el de un poeta, Salvador Espriu, muy imbuido de cultura judía. Durante muchos años de la dictadura su obra poética titulada La pell de brau –es decir, la piel de toro- fue libro de cabecera para muchos catalanistas y para muchos demócratas. Fue inspiración y estímulo. Es un libro que habla de España, pero de otra España. Que el poeta llama Sepharad. Por licencia poética o, más bien, porque entiende que la idea de Sepharad responde mejor a una visión más espiritual y a una fidelidad más honda y tenaz y a una mayor exigencia de dignidad de las personas.
Y dice: “Escolta, Sepharad, els homes no poden ser si no són lliures. Que sàpiga Sepharad que no podrem mai ser si no som lliures. I cridi la veu de tot el poble: Amén.”
“Oye, Sepharad: los pueblos no pueden ser si no son libres. Que sepa Sepharad que no podremos ser si no somos libres. Y que la voz de todo el pueblo exclame: Amén”.
Podría citarles más textos de este tipo. Para no alargarme demasiado termino con éste. Dirigiéndose a Sepharad el poeta dice: “Fes que siguin segurs els ponts del diàleg i mira de comprendre i estimar les raons i les parles diverses dels teus fills”. “Haz que sean seguros los puentes del diálogo y procura comprender y amar las razones y las lenguas diversas de tus hijos”. Todo esto, que está en la base de la reivindicación nacional de Cataluña, ¿por qué debía expresarse a través de un contexto judío, y con referencias a la Goláh? Pues porque nuestro poeta vio en el judaísmo -y nuestra gente le entendió- una visión espiritual de los hombres y de la Historia, una forma de defender la identidad a base de una fidelidad honda y tenaz, muy tenaz, una capacidad de mantener la ambición y la esperanza pese a la derrota y al destierro.
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Luego tendré que volver a esto, y completar el argumento. Pero ahora –puesto que mi discurso en realidad es la explicación de un recorrido personal- debo referirme a la evolución que sobre el tema del judaísmo hubo dentro del catolicismo. Que además en sí misma, tiene mucha importancia.
Ya he comentado la idea cristiana de que el pueblo judío había sido deicida. Y el enfrentamiento radical que esto presuponía, agravado por el hecho de considerar los cristianos que el papel de pueblo escogido había terminado con la venida del Mesías, que para nosotros fue Jesucristo, y por el carácter universal –ni gentiles ni judíos- de la nueva fe cristiana. Sin embargo, esto no siempre desembocó en persecuciones. Muy a menudo, y durante largos períodos, hubo una convivencia relativamente bien organizada. Ustedes, los judíos, recuerdan con nostalgia Sepharad. Hasta el punto que ustedes dicen que las tres grandes desgracias del pueblo de Israel fueron la destrucción del Templo, la expulsión de España en 1.492 y el Holocausto. Por consiguiente hay que deducir que aquellos fueron tiempos buenos para los judíos, por lo menos en Sepharad. Por supuesto bajo el dominio político de los cristianos. Pero dignos de ser recordados positivamente.
Honradamente debo decirles que esta Sepharad positiva, que terminó abruptamente en 1.492, había terminado cien años antes, y más abruptamente todavía, en Cataluña (y en general en los territorios de la corona de Aragón, es decir, Valencia y Baleares, e incluso en buena parte de Andalucía). Concretamente el “call” barcelonés (“call” es la palabra catalana de judería) fue asaltado el 5 de agosto de 1391, y el de Girona el 10 de agosto. Pese a la protección del Rey y de sectores políticos e incluso eclesiásticos. Que tampoco pudieron impedir que a partir de entonces la presencia judía en Cataluña fuese residual. Y esto explica que la expulsión de 1.492 tuviese en Cataluña mucha menos importancia.
Ya años antes un muy importante judío catalán –Nahum, o Nahmanides- regresó a Eretz Israel, a Jerusalén, donde fundó la sinagoga que todavía hoy existe. Por cierto que los judíos catalanes en su nueva diáspora no conservaron su lengua, que era el catalán, porque eran relativamente pocos y no se establecieron en países de lenguas difíciles como el árabe o lenguas germánicas, sino de lenguas fáciles por su proximidad al catalán.
Permítanme una anécdota. El call barcelonés estaba situado muy cerca de donde ahora hay el Palacio de la Generalitat, es decir, del Gobierno de Cataluña. En realidad estaba cerca de lo que entonces era el palacio real, probablemente porque el Rey solía ser el protector de los judíos. Después del asalto al call, en parte por la destrucción y en parte por emigración, el call fue quedándose vacío, y los judíos fueron vendiendo sus terrenos. En aquella época la Generalitat estaba construyendo su sede, también vecina al call, y para su ampliación compró uno de estos terrenos. Un terreno muy pequeño, pero que explica la anécdota que les cuento. La anécdota es que siendo yo Presidente de Cataluña, de la Generalitat, vinieron un día una pareja de judíos jóvenes y me dijeron: “Sabemos que una parte de este Palacio está edificado sobre un terreno del antiguo call. Nos gustaría casarnos aquí, en el Palacio”. Yo les di permiso. Plantaron la tienda en el Patio de los Naranjos, que es un espacio muy bello y simbólico del Palacio, y allí celebraron la boda. Fue un acto lleno de sentido y de emoción.
Pero volviendo a mí experiencia personal desde la perspectiva cristiana repito lo que antes he dicho: las corrientes renovadoras de la Iglesia católica que desembocaron en el Concilio Vaticano II conllevaron una revisión profunda de la actitud hacia el judaísmo. Que provocó la supresión de la referencia a “perfidi judaei”, a los pérfidos judíos. Y, por supuesto, ya no se “matan” judíos –matan entre comillas- el día del Viernes Santo. Pero la aproximación va mucho más allá. Los Papas Pablo VI, Juan XXIII, Juan Pablo II y Benedicto XVI tienen en este sentido una postura clara y positiva. No fácil, por reflejos atávicos de ciertos católicos (y con excepciones de algún sector de la Iglesia jerárquica, como una parte de la Iglesia polaca). Y creo que también por reticencias judías. Pero el cambio se ha dado.
Les diré que a veces tengo la impresión que se ha dado más por parte católica –y cristiana en general- que por parte judía. Lo cual es comprensible, por que los judíos han sido los más perseguidos durante siglos. Pero que precisamente por esto requieren un esfuerzo particular por parte de los judíos.
Esta aproximación a personas como yo nos alegra sentimentalmente, pero es que además tiene un fundamento religioso sólido. Porque sin el judaísmo el cristianismo no existiría. Pese a la tesis deicida y a otras visiones negativas y a siglos de enfrentamiento mutuos, los cristianos sabemos que el judaísmo no es extrínseco al cristianismo, sino intrínseco. Que en el judaísmo están nuestras raíces. Esto ha sido siempre así, pero actualmente, tanto en el terreno de la reflexión como en el del pensamiento intelectual laico es constante la referencia a nuestra filiación judeocristiana.
Las dificultades que puedan persistir en nuestra relación creo que mayoritariamente no obedecen a causas religiosas. Por lo menos, repito, por parte cristiana (y concretamente católica, que es la que más conozco). Yo no sé, por ejemplo, como ven ustedes figuras como Simon Weil y el Cardenal Lustiger. Algún aspecto de estas personalidades puede entrañar algún reparo para los judíos –sobretodo el Cardenal-, pero puedo asegurarles que en el mundo católico han contribuido mucho a acercarnos al judaísmo.
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Vuelvo a mi trayectoria personal, a través de la cual desfilan cuestiones que no son personales ni subjetivas. Son temas de fondo,
Vuelvo al sionismo y al Estado de Israel. En mi mundo catalanista y europeísta, democrático, algo laico pese en mi caso a la fe religiosa, y más bien socialdemócrata ser sionista en 1947, y hasta bien entrados los años 50 no ofrecía ninguna incomodidad. Sí frente al Régimen franquista, pero no ante los sectores democráticos y europeístas. Y catalanistas en Cataluña. Al contrario. Pero luego esto empieza a cambiar. Un cambio en sentido contrario al sionismo y al propio Estado de Israel, que se fue acentuando y que se incrementó muchísimo después de la Guerra de los Seis Días. En términos generales –es decir, con muchas excepciones- la izquierda europea se alineó con la tesis de que Israel era un peón del imperialismo yanqui, el sionismo un instrumento del capitalismo, etc. El franquismo por su parte había acentuado su acercamiento a los países árabes. Pero esto se daba por descontado. Para personas como yo lo negativo es que en España y en Cataluña el mundo político e intelectual, de oposición al Régimen se alinease en contra de Israel. Si en algún período ser declaradamente pro sionista fue difícil y comportó a veces rechazo político fue en aquella época, de mitad de los 60 hasta los 80. Esto ahora en parte todavía persiste, aunque menos acentuado.
Y si persiste es que hay algo que dificulta una aproximación sin reservas al sionismo y al Estado de Israel. Que es el conflicto entre Israel y los palestinos. Que tal como transcurre, y sobretodo tal como ha transcurrido desde hace 40 años no favorece la imagen de Israel. Y esto hace que en Cataluña los favorables al Estado de Israel estemos en posición más bien defensiva. Y así sucede también en otros países europeos. La prueba de que es así es que ustedes, los israelíes, desconfían de Europa. Y en parte no les falta razón.
¿Por qué esto es así? ¿Cuál es el fallo? ¿Hay algún fallo israelí o sionista? ¿O nuestro, europeo?
Puesto que yo soy pro sionista desde 1947, -y lo he sido siempre, incluso contra viento y marea- puedo atreverme, quizás, a explorar donde están los fallos, y quien los comete.
Está claro, desde mi punto de vista, que para los judíos el Estado de Israel sólo se podía crear en esta tierra, en Eretz Israel. No se podía crear en Uganda, como se llegó a proponer, ni en Siberia (en Biro-Bidjan). Ni eran finalmente viables los asentamientos del Barón Hirsch en Argentina. Recuerden: “Este año aquí y el año que viene en Jerusalén” Pero en Israel había gente. Desde hacía muchos siglos había gente no judía. También era su tierra. De entrada esto ha sido un gran problema, que en algún momento quizás pudo haberse resuelto mejor. La intransigencia árabe y la utilización del conflicto por parte de otros países –los árabes para empezar, y la Unión Soviética- lo dificultaron. Pero ustedes, los israelíes, deben comprender que para los palestinos la creación del Estado y la evolución posterior tal como se ha producido, crea situaciones muy difíciles de aceptar no ya políticamente, sino psicológicamente, sentimentalmente y humanamente. Lo cual explica algunas de sus decisiones equivocadas. Siempre fue difícil crear condiciones de paz y convivencia entre palestinos e israelíes, y entre musulmanes y judíos, pero año tras año las dificultades han aumentado.
Si no recuerdo mal fue Yeshaian Leibovitz quien al día siguiente de la Guerra de los Seis Días dijo: “Ahora es el momento de hacer la paz. Pero para ello debemos devolver los territorios que acabamos de conquistar. Si no lo hacemos el conflicto se gangrenará. Las consecuencias serán muy graves”. Ustedes no lo hicieron, y se comprende. Y probablemente era imposible hacerlo porque en Israel se produjo una explosión de entusiasmo y de orgullo, de irredentismo religioso y de exacerbación nacionalista que lo hacía imposible. Se ha dicho que aquella guerra transformó la sociedad israelí y que algunos vieron incluso en la nueva cartografía un mensaje divino.
Todo esto es comprensible. Y yo lo comprendo. Además es muy probable que el gesto de paz israelí no hubiese sido aceptado por los árabes. Porque se sentían muy humillados. Y uno de los problemas del mundo árabe es que se sienten, o fácilmente pueden sentirse, humillados. Pero en todo caso creo que en principio tenía razón Leivobitz. Y que responde a la realidad el título con el que The Economist encabezó su conmemoración del 40 aniversario de la Guerra de 1967: “Israel’s wasted victory”. La desaprovechada victoria de Israel. Y seguía diciendo: “40 years of misery”, es decir 40 años de pena, de tristeza, de sufrimiento.
Un comentario sobre el tema de la humillación. Si Sadat pudo plantearse la posibilidad de hacer la paz con Israel fue porque pudo decir que la guerra de 1973 había terminado en empate. Porque la guerra se dió por terminada justo antes de que probablemente para los egipcios se produjese una nueva derrota. Los egipcios no ganaron la guerra, pero no la perdieron, y sobretodo recuperaron autoestima y dignidad. Orgullo. A partir de esto Sadat en un gesto audaz y valiente que le honra – y que años más tarde le costó la vida- hizo una propuesta de paz. Y honra a Begin que la aceptase. También con riesgos serios.
Repito: he sido y soy defensor de Israel, y en general del judaísmo y comprendo sus razones y las apoyo y las apoyaré. Pero hay que encontrar otros caminos, hay que adoptar otras actitudes si queremos –unos y otros-, si quieren Uds., salir de esta terrible y amenazadora situación. ¿Es esto posible?
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¿Es posible, por ejemplo, que Europa adopte una actitud no digo más pro israelí, pero sí más comprometida? Asumiendo más sus responsabilidades. Porque Europa tiene una responsabilidad no sólo en lo que ahora está pasando sino en el origen del problema. La Europa de raíces cristianas tiene una responsabilidad, y la Europa moderna y democrática, también.
Los árabes tienen razón cuando dicen que el Holocausto no fue obra suya, sino de europeos. No sólo alemanes. No sólo nazis. ¿Por qué, preguntan, la reparación tiene que ir a cargo nuestro? Yo he dicho antes que el Estado de Israel sólo podía establecerse en esta tierra. Ni en Uganda ni en un Land alemán como algún demagogo musulmán ha dicho. Porque Israel no es un hecho solamente político, o económico, mecánico, sino que posee un alto grado de componente místico. De sensibilidad profunda. No se podía crear Israel en Baviera, o en Lituania. Y Vilnius no podía convertirse en Jerusalén. Pero es cierto que Europa tiene una responsabilidad que no puede ni ignorar ni traspasar. Y no la ejerce bien. Por comodidad y por ideología, no la ejerce bien.
Y Europa y el Mundo deben tener en cuenta una cosa. Y vuelvo a Wiesenthal. Dice que no sólo los judíos cometieron –sino todo el Mundo- en los años 30 el error de creer que el país de Goethe y Schiller no podía producir un Holocausto, sino que cometieron un segundo error: creer en la invulnerabilidad del pueblo judío. Es decir, puesto que hemos superado todo tipo de tribulaciones y de persecuciones, y –inconscientemente pensaron quizás- puesto que somos el pueblo elegido, no nos destruirán. Esto ha escrito Wiesenthal. No les destruyeron, pero mataron a 6 millones. No sé si ahora el judaísmo sigue pensando que es invulnerable. Pero el Estado de Israel creo que sí piensa que es vulnerable. Y que en un cierto sentido tiene miedo. Confía en sí mismo y en la justicia de su causa. Pero se considera vulnerable. Y por esto se refuerza y pide garantías. Y desconfía de casi todo el mundo y concretamente de los europeos. Dicen: “No queremos un nuevo Munich a expensas nuestras. No queremos ser Checoslovaquia”.
Muchos árabes han dicho y repetido que quieren echar los israelíes al mar. Como echaron a los cruzados. Los recelos de Israel, por consiguiente, están muy justificados. Y Europa no debe dejar sólo en manos norteamericanas la garantía a Israel. Y debe recuperar la confianza de los israelíes.
Pero ustedes deben comprender que los palestinos necesitan una solución. A mi lo de los dos Estados me parece bien. Me ha parecido bien desde 1.948. Y también deben comprender que la opinión pública de muchos países siente simpatía por los palestinos. No sólo por razones ideológicas sino porque son más débiles. A la larga podrían no serlo tanto si no hay paz, porque podrían tener la demografía a favor. Pero hoy, y durante bastante tiempo, son los débiles. Y la gente es compasiva. Se sacrifica poco por los otros, pero le gusta ser compasiva. Con poco coste, es decir, un tanto hipócritamente. Pero compasiva. Y esto ahora juega a su favor.
El Talmud dice: “Cuando dos hombres discuten, el primero que calla es el más digno de elogio”. No sé como Uds., los judíos, interpretan este texto. Quizás una posible interpretación puede ser que en un conflicto es digno de elogio que una de las partes tenga una actitud abierta y comprensiva. Esto es muy difícil después de años de enfrentamientos y de terrorismo, y habiéndose proferido amenazas como las que acabo de comentar: “Los echaremos al mar”. Comprendo la desconfianza. Pero la desconfianza tampoco ha resuelto el problema.
Por esto celebro que cada vez más gente, también en Israel acepte que no se puede seguir con las mismos planteamientos de hace años. Pero hay que ser consciente que esto va a significar renuncias importantes para ustedes.
Ustedes son un pueblo espiritualmente fuerte. Técnicamente de los más preparados. Militarmente potente. Con muchos apoyos en todo el Mundo. No todo el Mundo acepta que sean Uds. el pueblo elegido, pero sí que son un pueblo extraordinario. Muy extraordinario. Quizás invulnerable, pero no es seguro. En realidad nadie es totalmente invulnerable. Por lo tanto necesitan acierto en su acción, inteligencia en sus decisiones, coraje en todo. Pero también necesitan amigos. Yo he procurado ser amigo de los judíos, y del Estado de Israel. Durante una larga trayectoria. Por esto soy franco con ustedes. Por esto a veces les critico. Creo tener derecho a ello.
En cualquier caso sepan que cuentan con un viejo amigo. Viejo y seguro.
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Y si es así es porque mi aproximación al judaísmo y al sionismo no se hizo, ni se mantiene ahora por motivos económicos o estrictamente políticos, sino más profundos.
Por motivos humanos. Lo entenderán si termino recordando a mi amigo Moisés David Tennenbaum. Me dijo un día:”Tienes que ir a ver una película –una película de judíos- que se llama El violinista sobre el tejado. Nosotros los judíos siempre tenemos que tocar el violín no en una sala de conciertos sino haciendo equilibrios sobre un tejado. Y un tejado de tejas irregulares. Y esto cuesta”.
Yo le dije que lo entendía, pero que gracias a esto habían sido un pueblo diferente. Con una creatividad y una fortaleza fuera de lo corriente. Y me dijo: “Sí, pero a veces pensamos que lo agradable sería ser un pueblo normal”. Y yo le dije que en Israel ya eran un pueblo normal, aunque en estado de alerta. Y me dijo “Sí, es verdad. Pero a veces me pregunto: si no estuviésemos asediados, y nuestra seguridad no peligrase –si definitivamente no tuviésemos que tocar el violín haciendo equilibrios en el tejado- perderíamos la fortaleza, la fe, la energía y el orgullo que nos ha hecho fuertes durante tantos siglos?” Me lo decía meses antes de morir.
Vuelvo al principio de mi discurso. Y al argumento religioso tal como yo, cristiano practicante, lo entiendo. Es decir, des de una perspectiva en la cuál el judaísmo no es algo externo a mi fe y tampoco lo es a mi sentido de la Historia. Desde esta doble perspectiva digo que ustedes han inventado el monoteísmo, el concepto no material de la Divinidad. Y han inventado la idea de pueblo. De pueblo judío. Antes sólo había masas vinculadas y sometidas a un poder absoluto. O tribus. A partir de Moisés la idea de pueblo quedó consolidada.
Y desde Masada y desde Babilonia y desde el Holocausto, y desde siglos de ostracismo han dado un ejemplo único de fidelidad, de cohesión y de creatividad. Era meses antes de la muerte de mi amigo. Le dije: “Váyase tranquilo, David”.
Señoras y señores. Ha sido un gran honor para mí asistir y hablar en este acto. Y hacerlo en el edificio de la Knesset. Y hacerlo con motivo de un acto vinculado a la Fundación Samuel Toledano.
Muchas gracias.